Por Manuel De La Cruz
Los ejes de izquierda y derecha tienen orígenes superficiales, alejados de cualquier organicidad intelectual y que responden a elementos circunstanciales en épocas convulsas. Se señala su origen, con casual acierto en la Revolución Francesa.
¿Izquierda y derecha? ¿De donde provienen esas etiquetas?
La teoría más repetida sostiene, que en la Convención Nacional del 19 de septiembre de 1792, los partidarios del ancien régime se sentaban a la derecha del rey mientras que sus detractores a la izquierda. El error de esta suposición consiste, en que la Convención Nacional fue constituida por los representantes del Tercer Estado quiénes prescindiendo de la relevancia del clero y la nobleza, se adjudicaron la representación de la soberanía popular.
Estos diputados fueron los mismos que realizaron la Asamblea Nacional Constituyente, negaron la participación del rey Luis XVI en los debates y le condenaron a muerte el 21 de Enero de 1793. Por lo tanto, no se podían sentar al lado de un rey ausente.
Las facciones divididas entre los proclives a una monarquía constitucional y los proponentes de una república tampoco se sentaban a la izquierda o derecha de un salón elíptico. Los diputados se reunían inicialmente en el Salle du Manège de las Tullerías, donde improvisadas gradas fungían de curules. Los radicales jacobinos se situaban en lo alto de las gradas, por lo que les llamaban montañeses y a su sector La montaña.
Los moderados girondinos conformaban La Gironda, tomando su nombre de la región francesa homónima de donde procedía la mayoría de ellos, y se situaban en gradas de inferior nivel. Mientras que La Llanura, o el sector de las gradas más bajas, le pertenecía a los diputados independientes de variable postura en las votaciones.
Al inicio, los revolucionarios no contaron con un hemiciclo. Deliberaban entre gradas improvisadas.
Nadie en ese espacio fue partidario del ancien régime, pues hasta los más conservadores del sector girondino veían la Revolución como un proceso necesario para acabar con las desigualdades feudales, y porque además, nadie de los presentes hablaba a nombre del clero o la nobleza.
¿Cuál es el origen concreto de las etiquetas de derecha e izquierda?
Tras la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte y el fin de su gobierno de cien días en 1815, la restauración borbónica instauró una monarquía constitucional presidida por Luis XVIII. El nuevo monarca francés respetaría las limitaciones constitucionales y las decisiones tomadas en materia legislativa por un nuevo Parlamento francés bicameral, cuya cámara baja, o de los comunes, se reunió en hemiciclo en el Palais Bourbon. Es este el orígen moderno de la Cámara de diputados francesa.
Es en ese espacio donde lo defensores de la monarquía se sentaban a la derecha y los proponentes de la república a la izquierda. De hecho, la facción que abogó por la restauración de la monarquía absoluta se sentaba al extremo derecho y se autoproclamaban como los «ultras».
El clivaje histórico que sustentó inicialmente los roles de izquierda y derecha, fue la adhesión o no al reemplazo de la monarquía por una república jacobina o liberal, y por extensión a posteriori incorporó debates ideológicos como el duelo entre tradición y progreso, la lucha de clases, el nacionalismo contra el cosmopolitismo y otras múltiples posiciones que se replicaron en el resto de occidente.
Por lo tanto, no solo no existe una idea unificada de lo que es una u otra postura, sino que resulta insatisfactorio en la mayoría de los casos, reducir y agrupar bajo un mismo cuartel múltiples discursos políticos con resoluciones contradictorias entre sí. Todo esto por el afán pretérito de un manojo de diputados franceses que visibilizaron sus posiciones con la localización de sus asientos.
¿Tiene todavía utilidad el debate izquierda y derecha?
Sorpresivamente sí.
Aunque carentes de nitidez, son ineludibles los vivos colores de las imágenes proyectadas por las palabras izquierda y derecha en la mente del ciudadano promedio. Evocan un sentido de dualidad aparentemente intrínseco a la naturaleza humana.
Son a nuestro dictamen, atajos cognitivos que permiten una rápida identificación de los intereses y pretensiones de un actor político determinado.


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