Liberalismo: recordando a Francis Parker Yockey


Introducción por Alberto Zambrano

Francis Parker Yockey nació un 18 de septiembre de 1917 en la ciudad de los vientos, la Chicago de la era mafiosa. Escritor célebre por su obra verboten llamada “Imperium”, fallece en San Francisco, California un 16 de junio de 1960 en lo que parece haber sido un suicidio.

Yockey, una de las figuras norteamericanas anti-liberales más prominentes de su época, pensador avant-garde del cual muchos en los medios mainstream  no hablan, escriben o mucho menos recuerdan. NO así en este portal de Inteligencia Política, de CULTURA política donde nuestras puertas estan abiertas para quien desee informarse sobre píldoras de información que normalmente no encontrarían en otros sitios plagados de ciertos grados de corrección política. Nosotros presentamos el día de hoy, —un poco tarde, gracias a las maravillas de las capacidades de conexion del internet bolivariano— uno de sus escritos con nuestra prestigiosa, selecta y exclusiva audiencia.

“Liberalismo” es un ensayo de este autor donde desglosa de forma elocuente y brillante los problemas inherentes a esta doctrina tan fashion ahora en el politicking venezolano: Desde las conversas huestes de Maria Corina Machado —cuya adoración pagana con tintes halal hacia el credo económico de Mises, Hayek, & Rothbard son más que evidentes— hasta los libros sobre la doctrina de marras escritas por el poster boy de la corrupción guanábana Henry Ramos Allup. En este largo escrito, Yockey le habla a las generaciones futuras con una elocuencia como la de pocos, que hallarán en su prosa paralelismos con la decadencia de occidente de la que nos advirtieron autores como Oswald Spengler.

Liberalismo, por Francis Parker Yockey

I.

El liberalismo es un producto resultante del racionalismo y sus orígenes e ideología deben ser expuestos claramente.

La “Ilustración”, período de la historia Occidental el cual surge en el contexto de la contrarreforma sentó las bases del intelecto, razón & lógica conforme se desarrolló. A mediados del siglo XVIII esta tendencia nos llevó al “racionalismo”. El racionalismo toma en cuenta a todos los valores espirituales como sus objetos y procedió a reevaluarlos desde el punto de vista de la “razón”. La lógica inorgánica es la facultad que los hombres siempre han usado para resolver problemas matemáticos, de ingeniería, transporte, física y otras situaciones de poco valor. La insistencia del liberlailsmo en la identida y el rechado de la contradiccón son practicables en la actividad material. Logran la satisfacción inteltcual en materia del pensamiento abstracto puro, como la matemática y la lógica. Pero, si se persigue este ideal, la cosa se vuelve técnica y las cosas que se asumen de forma simple pasan a ser justificadas de modo empírico. El fin del racionalismo es el pragmatismo, el suicidio de la razón.

La adaptación de la razón en problemas materiales causa problemas mecánicos cuando se busca la verdad “a la luz de la razón”; sin ninguna mixtura de pensamiento o tendencia cualquiera que sea. Descartes razonó que los animales eran autómatas y una generación más tarde, el hombre comenzó a racionalizar como los animales, —como autómatas.

Los organismos se convirtieron en problemas de química y física y los organismos suprapersonales dejaron de existir porque no eran acordes a la razón: No podían ser vistos o medibles. Newton desarrolló teorías sobre el universo estelar con una fuerza no espiritual autorreguladora, el siglo siguiente removió del hombre este espíritu, su historia y sus asuntos.

El racionalismo detesta lo inexplicable, lo misterioso, lo medio iluminado, En un problema práctico de construcción maquinaria, el hombre debe sentriq ue todos los factores están baju su conocimiento y control. No deben existir factores impredecibles o fuera de control. El racionalismo, lo cual es el sentimiento de qu todo está sujeto y completamente explicable por la razón consecuentemente rechaza todo lo que no es visible ni calculable. Si algo no puede ser calculado, la razón dice que los factores son tan numerosos y compicados que de forma netamente simplista, prática y conveniente determina que el cálculo es improbable, pero que eso no lo hace teóricamente imposible. Es por ello que la razón tiene poder de existencia y dominio: lo que no se somete a ella es recalcitrante o simplemente se reniega de su existencia.

Cuando el racionalismo estudio a la hsitoria, la tendencia total gira en torno a la doctrina de marras. El hombre “emergió” tras miles de años de barbarismo y fanatismo hacia la “ilustración”, pasó de ser supersticioso a científico, de violento a racional, de dogmático a crítico. De la oscuridad hacia la luz. No mas cosas invisibles, no más espiritismos, nada de alma, nada de Dios, nada de Iglesia. Los dos polos del pensamiento son “el individuo” y la “humanidad”. Lo que sea que los separe se considera irracional.

Este branding de todo lo anteriormente descrito corecto es el pensamiento aceptado. El racionalismo mecaniza todo, y lo que no puede mecanizar es irracional. Es por ello que la entereza de la historia es irracional: Su crónica, sus procesos, su fuerza secreta, el destino, el racionalismo.
El racionalismo en sí es un producto de cierta fase de desarrollo de una cultura elevada que también es irracional. Porque el racionalismo sigue una fase espiritual, porque hace, en el ejercicio de su aplicación tintes religiosos que se desvancen, —cuestiones históricas, por ende irracionales.

El liberalismo es el racionalismo hecho política. Rechaza al Estado como un organismo y sólo lo ve como una relación contractual entre individduos. El propósito de la vida no tiene nada que ver con los estados, porque tienen existencia independiente. Es por ello que la “felicidad” del “individuo” se  convierte en su propósito de vida. Bentham hizo de esto algo tan denso como si fuera a colectivizarse: “La mayor suma de felicidad para la mayor cantidad de personas.” Si se pudiera manipular a la gente como un rebaño de ovejas, usarían ese eslógan contra los lobos. Para la mayoría de los humanos, resutlado material de la historia y no sus actores, la “felicidad” implica bienestar económico.

La razón es cuantitativa, no cualitativa, es por ello que hace del hombre promedio lo que es. Un hombre es una cosa que come, se viste, se abriga, es social, tiene familia y se distrae. La política exige sacrificios de la vida a cambio de cosas invisibles. Esto va en contra de la “felicidad” y no debería ser. La economía, sin embargo, no va en contra de esta “felicidad”, pero se extiende con ella. La religión y la Iglesia desean interpretar la totalidad de la vida sobre la base de las cosas invisibles, y milita en contra de la “felicidad”. La ética social, por otra parte, asegura el orden económico y por ello promueve la “felicidad.”

Es aquí donde el liberalismo encuentra sus dos polos de pensamiento: la economía y la ética. Ellas corresponden al individuo y la humanidad. La ética de curso es puramente social, materialista; si mantenemos la ética vieja, su fundamentación metafísica se olvida y se promulga como un imperativo social y no uno religioso. La ética es necearia para mantener el orden para la actividad económica. Dentro de ese contexto, el “individuo” debe ser “libre.” Este es el gran grito del liberalismo “libertad”. El hombre es sólo él. No está atado a nada sino la elección. Es por ello que la “sociedad” es la “libre” asociación de hombres y grupos. El estado, sin embargo, restringe la libertad de forma obligatoria con la violencia, y la Iglesia es anti-libertaria desde el punto de vista espiritual.

Todas las cosas del dominio político pasan por la balanza de la valoración del liberalismo. La guerra se transformó en competencias, vistas desde el punto de vista económico, o de la diferencia ideológica vista desde un punto de vista ético. En lugar de la alternabilidad rítmica de la paz y la guerra, sólo aprecia la ocurrencia perpetua de la competición o el contraste ideológico, nunca hostil, nunca sangriento. El estado se convierte sociedad o humanidad en el lado ético, y la producción y el sistema de intercambio en el lado económico. La voluntad de lograr un fin político se transforma en el lograr alcanzar un programa de “ideales sociales” en el lado ético con su cálculo económico correspondiente. El poder se convierte en propaganda, éticamente hablando y las regulaciones en el marco económico.

La más pura expresión de la doctrina del liberalismo vino de las manos de Benjamin Constant. En 1814 plasmó en el papel su visión sobre el “progreso” del hombre. Buscó en la ilustración del siglo XVIII con su elenco humanista-intelectual un caso de mera y pura liberación —aquella del siglo XIX. El racionalismo era el aliado natural de esta tendencia.

El Feudalismo, la reacción, guerra, violencia, estado, política, autoridad — toddas vencidas por la ueva aidea, suplanada por la razón, economía, libertad, progreso y parlamentarismo. La guerra, siendo violenta y brutal era irracional, y es reemplazada por el intercambio, inteligente y civilizado. La guerra siempre es condenada desde todo punto de vista: Causa pérdidas incluso al vencedor. Las nuevas técnicas bélicas —la artillería— hizo del heroismo personal algo sin sentido, y por ello el encanto y la gloria d ela guerra partió con su utilidad económica. En épocas anteriores, los pueblos guerreros habían subyugado a los pueblos comerciantes, pero ya no. Ahora los pueblos comercialentes son los amos de la tierra.

Un momento de reflexión nos demuestra que el liberalismo es entramente negativo. No es una fuerza formativa sino una fuerza desintegradora. Desea derrocar a la Iglesia y al Estado, sustityéndolas por la libertad ética económica y social. Pasa que las realidades orgánicas no permiten más de dos alternativas: El organismo puede ser honesto hacia sí, o se enferma y se distorsiona, presa de otros organismos. Por ello, la polaridad naturla de los líderes y los dirigidos no no puede ser abolida sin aniquilar al orgnaismo. El liberalismo nunca fue enteramente exitoso en su lucha contra el Estado, a pesar del hecho de que participó en el siglo XIX en alianza con todas las otras formas empecinadas en destruir al estado. Es por ello que fueron Nacional-Liberales, Socialistas Liberales, Socioliberales, Libres-Conservadores, y Católicos Liberales. Se aliaron con la democracia, que no es liberal pero irresistiblemente autoritaria cuando es exitosa. Los liberales simpatizaron con anarquistas cuando las fuerzas de la autoridad buscaron defenderse de ellos. En el siglo XX, el liberalismo se juntó con el bolchevismo en españa y en los liberales europeos y americanos simpatizaron con los bolcheviques rusos.

El liberalismo sólo puede ser definido de forma negativa, es una crítica, no una idea viviente. su gran palabra “libertad” es negativa — implica libertad de autoridad, por ejemplo: la desintegración del organismo. En sus últimas etapas, produce una atomización social en la cual no se combate la autoridad del Estado, pero hasta la autoridad de la sociedad y la familia. El divorcio llega al mismo rango con el matrimonio, niños con padres. Esta constante del pensamiento negativo llevó a activistas políticos como Lorenz V. Stein y Ferdinand Lsalle a considerar al liberalismo un vehículo político. Sus actitudes siempre fueron contradictorias, y siempre buscaban algún tipo de compromiso. Busca balancear la democracia con la monarquía, a los gerentes contra sus empleados, al Estado contra la Sociedad, a lo legislativo contra lo judicial. En una crisis, el liberalismo no aparece por ningún lado. Los liberales encontraron en su camno de un lado a otro una lucha revolucionaria, dependiendo de la consistencia de su liberalismo, así como su grado de hostilidad para con la autoridad.

Por ello, el liberalismo en acción es tan político como cualquier estado. Obedece a necesidad orgánica por alianzas políticas con grupos que no son liberales y sus ideas. A pesar de sus postulados individualistas, los cuales excluyen la posibilidad de que un hombre, o un grupo podría hacer llamados al sacrificio de otros hombres o del grupo al arriesgar la vida, la doctrina de marras apoya ideas antiliberales como la democracia, el socialismo, el bolchevismo y el anarquismo, todas las cuales exigen sacrificios en la vida.

II.

Desde su antropología de la bondad básica de la naturaleza humana en general, el racionalismo produjo el enciclopedismo del siglo XVIII, la masonería, la democracia y el anarquismo, asi como el liberalismo, con cada una de sus ramas y variaciones. Cada una de esas ramas jugó su parte en la historia del siglo XIX y debido a la distorsión crítica de la civilización occidental con las dos primeras guerras mundiales, incluso en el siglo XX, donde el racionalismo está grostescamente fuera de lugar, y lentamente se transformó en irracionalismo. El cadáver del liberlaismo no fue enterrado a mediados del siglo XX. En consecuencia, es necesario diagnosticar incluso ahora, la seria enfermedad de la civilización occidental como el veneno complicado que este representa.

Porque el liberalismo mira a los hombres como armoniosos y buenos. sigue la máxima de que deberían poder hacer lo que les plazca. Ya que no hay una unidad superior que los una a todo y cuyas vidas super personales dominan las vidas de los individuos, cada campo de la actividad humaa se sirve sólo a si mismo — siempr eque no desee ser autoritario, y se queda dentro del marco de la “sociedad”. Es por ello que el Arte se convierte en “Arte por el bien del Arte” —l’art pour l’art. Todas las áreas de ppensamiento y acción se hacen igual de autónomas. La religion se convierte en una disciplina social, ya que aspirar a mas es asumir autoridad. La ciencia, filosofía, educación, son todos mundos dentro de sí mismos. Ninguno está sujeto a algo superior. La literatura y la técnica están tienen derecho a la misma autonomía. La función del Estado es meramente protegerlas por medio de patentes y derechos de autor. Pero sobre todo — la economía y la ley son independientes de la autoridad orgánica, por ejemplo: la política.

Los lectores del siglo XXI hallarán difícil creer que una vez que la idea que prevalece: La d eque cada persona debería ser libre para hacer lo que le plazca en cuestiones económicas, incluso si su actividad personal involucra el matar de hambre a cientos de miles, si su actividad devasta bosques enteros y depleta yacimientos minerales y enlentece el poder de crecimiento del organismo, de que es pemisible para que los individuos se eleven del estado anquilosado y debilitado de la autoridad pública y de dominar, por medios privados, los pensamientos más íntimos de poblaciones enteras por el control de su prensa liberal, radio y por supuesto, sus dramas mecanizados.

Pero — esto sigue a la idea inevitable de que la independencia de las economías y las leyes son posibles de la autoridad política. No hay nada mayor, no hay Estado, son sólo individuos contra otros. Es natural que los individuos más astutos acumulen la mayoría de la riqueza en sus manos. Y sin embargo no lo hacen si son verdaderos liberales. Ellos desean autoridad dentro de su riqueza, porque la autoridad tiene dos aspectos: Poder y responsabilidad. El individualismo, desde un punto de vista psicológico, es egoísmo. La felicidad es igual a ser mezquino. Rousseau, abuelo del liberaliso, era un individualista de pura cepa, y envió a sus cinco hijos a un orfelinato.

La ley, como campo del pensamiento humano tiene mucha independencia, y tiene tanta dependencia como cualquier otro campo. Dentro del marco de organización orgánico, es libre de pensar y organizarse como algo material. Pero como otras formas de pensamiento, puede ser inscrita y puesta al servicio de otras ideas externas. Por ello, la ley, originalment e la forma de codificar y mantener la paz interna del organismo al mantener el orden y prevenir las escaladas de las disputas privadas fue transmutada por el pensamiento liberal como una forma de manter el desorden interno y permitirle a individuos económicamente fuertes liquidar a los débiles. Esto fue llamado “El Imperio de la Ley”, la “ley-estado”, la “independencia de lo judicial”. La idea de que llevar a en la ley aspectos para hacer que un grupo determinado de asuntos se vuelvan sacrosantos no era una concepcion liberal original. En la época de Hobbes, otros grupos intentaron hacer eso, pero la mente incorruptible de Hobbes sijo con precisa claridad que el imperio de la ley significa el gobierno d aquellos que dterminan y administran la ley, de que la ley y el gobierno de un “orden superior” es una frase vacía, y que sólo se le da contenido por los hombres concretos de hombres y grupos de un orden inferior.

Este fue el pensamiento político, que se dirige a la distribución y movimiento del poder. También es política exponer la hipocresía, la inmoralidad y el cinismo del usurero que exige el Estado de derecho, que significa riqueza para él y pobreza para millones de personas, y todo en nombre de algo superior, algo con validez suprahumana.

Cuando la Autoridad resurge una vez más contra las fuerzas del Racionalismo y la Economía, procede inmediatamente a mostrar que el complejo de ideales trascendentales con los que se dotó el Liberalismo es tan válido como el Legitimismo de la era de la Monarquía Absoluta, y nada más.

Los Reyes fueron los protagonistas más fuertes del legitimismo, los financistas del liberalismo. Pero el monarca estaba ligado al organismo con toda su existencia, era responsable orgánicamente incluso cuando no era responsable de hecho.

Así Luis XVI y Carlos I. Innumerables otros monarcas y gobernantes absolutos han tenido que huir debido a su responsabilidad simbólica. Pero el financista sólo tiene poder, ninguna responsabilidad, ni siquiera simbólica, porque, a menudo, su nombre no es conocido por todos. Historia, Destino, continuidad orgánica, Fama, todos ejercen su poderosa influencia sobre un gobernante político absoluto, y además su posición lo coloca completamente fuera de la esfera de la base corruptibilidad. El financiero, sin embargo, es privado, anónimo, puramente económico, irresponsable. En nada puede ser altruista; su misma existencia es la apoteosis del egoísmo. No piensa en la Historia, en la Fama, en el adelanto de la vida del organismo, en el Destino, y además es eminentemente corruptible por medios viles, pues su deseo dominante es el dinero y cada vez más dinero.

En su contienda contra la Autoridad, el Liberal financiero desarrolló una teoría de que el poder corrompe a los hombres. Sin embargo, es una gran riqueza anónima la que corrompe, ya que no hay restricciones superpersonales sobre ella, como para poner al verdadero estadista completamente al servicio del organismo político y colocarlo por encima de la corrupción.

Fue precisamente en los campos de la economía y el derecho donde la doctrina liberal tuvo los efectos más destructivos sobre la salud de la civilización occidental. No importó mucho que la estética se independizara, porque la única forma de arte en Occidente que todavía tenía futuro, la música occidental, no prestó atención a las teorías y continuó su gran curso creativo hasta su fin en Wagner y sus epígonos.

Baudelaire es el gran símbolo del l’art pour l’art: la enfermedad como belleza. Baudelaire es, pues, liberalismo en la literatura, enfermedad como principio de vida, crisis como salud, morbosidad como vida del alma, desintegración como propósito. El hombre como individualista, un átomo sin conexiones, el ideal liberal de personalidad. Fue en los campos de acción más que en el pensamiento donde la lesión fue la mayor.

Permitir que la iniciativa en materia económica y técnica descansara en los individuos, sujetos a poco control político, resultó en la creación de un grupo de individuos cuyas voluntades personales eran más importantes que el destino colectivo del organismo y los millones de la población. La ley que servía a este estado de cosas estaba completamente divorciada de la moral y el honor. Para desintegrar el organismo desde el lado espiritual, la moralidad que se reconocía se divorciaba de la metafísica y la religión y se relacionaba solo con la “sociedad”. La ley penal reflejaba el liberalismo financiero al castigar los delitos de violencia y pasión, pero no clasificaba cosas como la destrucción de los recursos nacionales, la necesidad de millones o la usura a escala nacional.

La independencia de la esfera económica fue un principio de fe con el liberalismo. Esto no fue objeto de discusión. Incluso se desarrolló una abstracción denominada “hombre económico”, cuyas acciones podían predecirse como si la economía fuera un vacío. La ganancia económica era su único motivo, la codicia solo lo impulsaba. La técnica del éxito consistía en concentrarse en el propio beneficio e ignorar todo lo demás. Este “hombre económico” era, sin embargo, un hombre en general para los liberales. Él era la unidad de su imagen del mundo. “Humanidad” era la suma total de estos granos de arena económicos.

III.

El tipo de mente que cree en la “bondad” esencial de la naturaleza humana alcanzó el liberalismo. Pero hay otra antropología política, que reconoce que el hombre es discordante, problemático, dual, peligroso. Esta es la sabiduría general de la humanidad y se refleja en el número de guardias, vallas, cajas fuertes, cerraduras, cárceles y policías. Cada catástrofe, incendio, terremoto, erupción volcánica, inundación, evoca saqueos. Incluso una huelga policial en una ciudad estadounidense fue la señal para el saqueo de las tiendas por parte de seres humanos respetables y buenos.

Por tanto, este tipo de pensamiento parte de los hechos. Este es el pensamiento político en general, en contraposición al mero pensar en política, racionalizar. Incluso la ola del Racionalismo no sumergió este tipo de pensamiento. Los pensadores políticos difieren mucho en creatividad y profundidad, pero están de acuerdo en que los hechos son normativos. La misma palabra teoría ha sido desacreditada por intelectuales y liberales que la utilizan para describir su punto de vista favorito de cómo les gustaría que fueran las cosas. Originalmente, la teoría era una explicación de los hechos. Para un intelectual a la deriva en política, una teoría es un objetivo; para un verdadero político, su teoría es un límite.

Una teoría política busca encontrar en la historia los límites de lo políticamente posible. Estos límites no se encuentran en el dominio de la Razón. La Era de la Razón nació en un derramamiento de sangre y pasará de moda en más derramamiento de sangre. Con su doctrina contra la guerra, la política y la violencia, presidió las mayores guerras y revoluciones en 5.000 años y marcó el comienzo de la Era de la Política Absoluta.

Con su evangelio de la Hermandad del Hombre, llevó a cabo la hambruna, la humillación, la tortura y el exterminio a mayor escala de la historia contra las poblaciones de la civilización occidental después de las dos primeras guerras mundiales.

Al proscribir el pensamiento político y convertir la guerra en una lucha moral en lugar de una lucha por el poder, arrojó al polvo la caballerosidad y el honor de un milenio. La conclusión es convincente de que la Razón también se volvió política cuando entró en política, aunque utilizó su propio vocabulario.

Cuando la Razón despojó de un territorio a un enemigo conquistado después de una guerra, lo llamó “desanexión”. El documento que consolida la nueva posición se denominó “Tratado”, aunque fue dictado en medio de un bloqueo de hambre. El enemigo político derrotado tuvo que admitir en el “Tratado” que él era “culpable” de la guerra, que no es moralmente apto para tener colonias, que sólo sus soldados cometieron “crímenes de guerra”.

Pero no importa cuán pesado sea el disfraz moral, cuán consistente sea el vocabulario ideológico, es sólo política, y la Era de la Política Absoluta vuelve una vez más al tipo de pensamiento político que parte de los hechos, reconoce el poder y la voluntad de poder de hombres y organismos superiores como hechos, y encuentra cualquier intento de describir la política en términos de moral tan grotesco como sería describir la química en términos de teología.

Existe toda una tradición de pensamiento político en la cultura occidental, de la que algunos de los principales representantes son Maquiavelo, Hobbes, Leibnitz, Bossuet, Fichte, de Maistre, Donoso Cortes, Hippolyte Taine, Hegel, Carlyle. Mientras Herbert Spencer describía la historia como el “progreso” de la organización militar-feudal a la comercial-industrial, Carlyle mostraba a Inglaterra el espíritu prusiano del socialismo ético, cuya superioridad interior ejercería sobre toda la civilización occidental en la era política que se avecinaba igualmente transformación fundamental como lo había hecho el capitalismo en la era económica. Este fue un pensamiento político creativo, pero desafortunadamente no se entendió, y la ignorancia resultante permitió que las influencias distorsionantes arrojaran a Inglaterra a dos guerras mundiales sin sentido de las que salió con casi todo perdido.

Hegel postuló un desarrollo en tres etapas de la humanidad desde la comunidad natural a través de la comunidad burguesa hasta el Estado. Su teoría del Estado es completamente orgánica, y su definición de burgués es bastante apropiada para el siglo XX. Para él el burgués es el hombre que no quiere salir de la esfera de la seguridad política interna, que se erige, con su propiedad privada santificada, como individuo frente al todo, que encuentra un sustituto de su nulidad política en los frutos de paz y posesiones y perfecta seguridad en su disfrute de ellas, que por tanto desea prescindir de la valentía y permanecer a salvo de la posibilidad de una muerte violenta. Describió al verdadero liberal con estas palabras.

Los pensadores políticos mencionados no gozan de popularidad entre las grandes masas de seres humanos. Mientras las cosas vayan bien, la mayoría de la gente no desea oír hablar de luchas de poder, violencia, guerras o teorías relacionadas con ellas. Así, en los siglos XVIII y XIX se desarrolló la actitud de que los pensadores políticos – y Maquiavelo fue la principal víctima – eran hombres malvados, atávicos, sedientos de sangre. La simple afirmación de que las guerras siempre continuarían fue suficiente para calificar al orador como una persona que quería que las guerras continuaran. Llamar la atención sobre el vasto e impersonal ritmo de la guerra y la paz mostró una mente enferma con deficiencia moral y mancha emocional. Se sostenía que describir hechos era desearlos y crearlos. Aún en el siglo XX, cualquiera que señalara la nulidad política de las “ligas de naciones” era un profeta de la desesperación. El racionalismo es antihistórico; el pensamiento político es historia aplicada. En paz es impopular mencionar la guerra, en la guerra es impopular mencionar la paz.

La teoría que se vuelve popular más rápidamente es la que elogia las cosas existentes y la tendencia que supuestamente ilustran como obviamente el mejor orden y según lo predestinado por toda la historia anterior. Así, Hegel era un anatema para los intelectuales por su orientación hacia el Estado, que lo convertía en un “reaccionario”, y también porque se negaba a unirse a la multitud revolucionaria.

Dado que la mayoría de la gente solo desea escuchar una charla soporífera sobre política, y no exigir llamadas a la acción, y dado que en condiciones democráticas a la técnica política le importa lo que la mayoría de la gente desea escuchar, los políticos democráticos desarrollaron en el siglo XIX toda una dialéctica de política de partidos.

La idea era examinar el campo de acción desde un punto de vista “desinteresado”, moral o económico, y encontrar que el oponente era inmoral, no científico, antieconómico – de hecho – era político. Esta era una maldad que debía combatirse.

El propio punto de vista era completamente “apolítico”. La política fue una palabra de reproche en la era económica. Sin embargo, curiosamente, en ciertas situaciones, generalmente aquellas que involucran relaciones exteriores, “apolítico” también podría ser un término de abuso, lo que significa que el hombre así descrito carecía de habilidad para negociar.

El político del partido también tuvo que fingir falta de voluntad para aceptar el cargo. Finalmente, una demostración de “voluntad popular” cuidadosamente arreglada rompió su desgana y consintió en “servir”. Esto fue descrito como maquiavelismo, pero obviamente Maquiavelo era un pensador político y no un camuflador. Un libro de un político de partido no se lee como El Príncipe, sino que elogia a toda la raza humana, excepto a ciertas personas perversas, opositoras del autor.

En realidad, el libro de Maquiavelo tiene un tono defensivo y justifica políticamente la conducta de ciertos estadistas dando ejemplos extraídos de las invasiones extranjeras de Italia. Durante el siglo de Maquiavelo, Italia fue invadida en diferentes momentos por franceses, alemanes, españoles y turcos. Cuando los ejércitos revolucionarios franceses ocuparon Prusia, y unieron los sentimientos humanitarios de los Derechos del Hombre con la brutalidad y el saqueo a gran escala, Hegel y Fichte restauraron a Maquiavelo una vez más para ser respetado como pensador. Representó un medio de defensa contra un enemigo armado con una ideología humanitaria. Maquiavelo mostró el papel real que juegan los sentimientos verbales en la política.

Se puede decir que hay tres posibles actitudes hacia la conducta humana, desde el punto de evaluar sus motivos: la sentimental, la realista y la cínica. El sentimental atribuye a todo el mundo un buen motivo, el cínico un mal motivo y el realista simplemente busca los hechos. Cuando un sentimentalista, por ejemplo, un liberal, entra en política, se convierte forzosamente en un hipócrita. La máxima exposición de esta hipocresía crea cinismo. Parte de la enfermedad espiritual que siguió a la Primera Guerra Mundial fue una ola de cinismo que surgió de la hipocresía transparente, repugnante e increíble de los hombrecitos que presidían los asuntos en ese momento. Sin embargo, Maquiavelo tenía un intelecto incorruptible y no escribía con un espíritu cínico. Intentó retratar la anatomía de la política con sus peculiares problemas y tensiones, internas y externas. Para la fantástica enfermedad mental del Racionalismo, los hechos concretos son cosas lamentables, y hablar de ellos es crearlos. Un diminuto político de tipo liberal incluso trató de evitar que se hablara de la Tercera Guerra Mundial, después de la Segunda.

El liberalismo es, en una palabra, debilidad. Quiere que cada día sea un cumpleaños, que la vida sea una fiesta larga. El movimiento inexorable del Tiempo, el Destino, la Historia, la crueldad de los logros, la severidad, el heroísmo, el sacrificio, las ideas superpersonales, estos son el enemigo.

El liberalismo es un escape de la dureza a la suavidad, de la masculinidad a la feminidad, de la Historia al pastoreo de rebaños, de la realidad a los sueños herbívoros, del Destino a la Felicidad. Nietzsche, en su última y mayor obra, designó el siglo XVIII como el siglo del feminismo, e inmediatamente mencionó a Rousseau, el líder del escape masivo de la realidad. El feminismo en sí, ¿qué es sino un medio de feminizar al hombre? Si convierte a las mujeres en hombres, sólo lo hace transformando al hombre primero en una criatura cuya única preocupación es su economía personal y su relación con la “sociedad”, es decir, una mujer. La “sociedad” es el elemento de la mujer, es estática y formal, sus contiendas son puramente personales y están libres de la posibilidad de heroísmo y violencia. Conversación, no acción; formalidad, no hechos. ¡Cuán diferente es la idea de rango que se usa en relación con un asunto social, de cuando se aplica en un campo de batalla! En el campo, está cargado de destino; en el salón es vanidoso y pomposo. Se libra una guerra por el control; Los concursos sociales se inspiran en la vanidad y los celos femeninos para demostrar que uno es “mejor” que otro.

Y, sin embargo, ¿qué le hace el liberalismo en última instancia a la mujer: le pone un uniforme y la llama “soldado”? Esta actuación ridícula, pero ilustra el hecho eterno de que la Historia es masculina, que sus severas exigencias no pueden eludirse, que las realidades fundamentales no se puede renunciar, ni siquiera, a la más elaborada fantasía. La manipulación liberalista de la polaridad sexual solo causa estragos en las almas de los individuos, confundiéndolos y distorsionándolos, pero el hombre-mujer y la mujer-hombre que crea están sujetos al Destino superior de la Historia.


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